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La desigualdad del cuidado

Publicación original Forbes.ec

En Ecuador, la estadística revela una realidad contundente: por cada 100 horas dedicadas al trabajo del hogar, que incluye tareas como alimentación, limpieza y arreglos, las mujeres aportan significativamente más, con 88 horas, mientras que los hombres contribuyen apenas con 12 horas.

¿Qué nos dice está estadística? ¿Qué hay detrás de este fenómeno de desigualdad? ¿Qué tanta conciencia tenemos sobre la dimensión de esta problemática? Esta columna no busca victimizar a la mujer por las cargas adicionales que asume, sino más bien busca destacar la necesidad de reconocer que, a pesar de los avances en la participación laboral femenina en diversas industrias, en la representación política y en roles de liderazgo, persiste un desafío invisible que afecta la posibilidad de que las mujeres alcancen condiciones de igualdad.

igualdad financiera scaled La desigualdad del cuidado
Portrait of native american woman smiling on camera with city in background – Indigenous girl outdoor – Model by AI generative

El decir que las mujeres están principalmente a cargo del cuidado de sus hijos y personas mayores tiene repercusiones importantes para su desempeño laboral. Pensemos por ejemplo en estas últimas semanas en el país, lo que significó para miles de madres de familia que no pudieron enviar a sus hijos a la escuela en su horario laboral por el cierre de la presencialidad en las escuelas. Esta decisión que a muchos no les cambio la vida, a las madres de niños de menores de 12 años significó, ausentismo laboral, llegar tarde a su trabajo, tener que pagar a alguien por el cuidado de sus hijos, tener que luchar contra la culpa de dejarlos solos en casa sin supervisión en momentos de tanta inseguridad y tener que hacerlo por 11 días o más.

Para muchas mujeres cada uno de estos días tienen importantes repercusiones laborales, sin considerar la carga cognitiva y emocional que significa para ellas no poder entregar su potencial mientras se preocupan por sus hijos en casa. Este trabajo no remunerado que hacemos las mujeres con el cuidado y tareas domésticas nos da una desventaja significativa al momento de querer participar activamente como profesionales. En Ecuador se destinan más de 11 millones de horas al año en actividades domésticas y de cuidado, representando el 20% del PIB anual de esas horas el 76% corresponden al aporte de mujeres.

La solución

La solución no es sencilla, pero es posible. Requiere de una consciencia colectiva de hombres y mujeres que compartamos todas las responsabilidades de convivencia en familia. Las familias con o sin doble ingreso deben compartir las demandas de crianza y cuidado del hogar, solo así lograremos ver el potencial de las mujeres. Mientras esa carga siga siendo tan desproporcionada estamos creando el escenario perfecto para acentuar que las mujeres solo pueden acceder a trabajos informales o a medio tiempo, por su inestabilidad en asistencia, o que sean las primeras que renuncien cuando alguien en la casa requiere de cuidado. Es alarmante ver la estadística de que solo 2 de cada 10 mujeres, que fueron parte de la fuerza laboral, tuvieron un empleo adecuado (INEC, 2021), la tasa de desempleo para las mujeres es casi el doble que para los hombres (6.7% para mujeres y 3,7% para hombres).

Estos datos se afectaron gravemente en la pandemia, ya que el cuidado y escuela en casa de los niños empujó a muchas mujeres a abandonar sus trabajos para poder atender la demanda que era tener a toda la familia sin salir en la casa. Hoy 4 años desde que empezó la pandemia las mujeres aun no puedes alcanzar su desempeño laboral. Cuando hablamos de cerrar brechas de desigualdad y buscamos ampliar ofertas laborales para la mujer, la intención es insuficiente. Las mujeres no rechazan esas ofertas por falta de voluntad, o porque refieren quedarse en casa, su responsabilidad les limita a acceder a todas las iniciativas existentes. Sí es posible vivir en una sociedad donde las tareas y responsabilidades son compartidas, ahora es momento de traer visibilidad y acción para una verdadera igualdad de oportunidades. 

Claudia Tobar

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